Estela Ruiz Díaz (izq.), Miguel Abdón Saguier, Marta Ferrara de SEMILLAS y Milda Rivarola

Participación Ciudadana y Partidos Políticos

Debate de la revista acción: El cuoteo por las astas (*)

Cuando se discute sobre el problema del cuoteo, los diversos actores caen muchas veces en distorsiones que terminan por confundir más a la ciudadanía e incluso al público especializado. Con esta ponencia, buscamos poner luz en algunos de estos puntos y evidenciar lo que para nosotros constituye una falsificación del discurso democrático, y por ende de las instituciones y las relaciones que se establecen en esta coyuntura política en la República del Paraguay. Seguir la discusión sin asumir algunos de los argumentos aquí desarrollados, será seguir por la tangente, siempre en la periferia del problema.

En primer lugar, para que la discusión pueda llevarse con propiedad tenemos que aclarar qué exactamente es el cuoteo para nosotros, pues una de las tergiversaciones comunes que hacen nuestros políticos es confundir el cuoteo con los acuerdos políticos en el marco de un sistema democrático representativo.

Entonces, el cuoteo es una transacción de cargos públicos entre grupos partidarios, en función a intereses privados. Cuando en debate sobre el tema de la renovación de la Corte Suprema de Justicia, muchos parlamentarios argumentaban que el mecanismo para la elección de nuevos Ministros establecido por la Constitución Nacional del ’92, es el que condiciona al cuoteo, están incurriendo en una tergiversación de los principios de representación y de respeto a la voluntad de las mayorías, bases fundamentales de toda Democracia.

El cuoteo político es el extremo de la privatización de lo político y nada tiene que ver con sistemas democráticos. En este sentido las ideas clásicas sobre lo político plantean una reflexión que va más allá de las transacciones en torno al poder. Los grandes pensadores políticos han centrado siempre su atención en la reflexión sobre lo que es bueno para la comunidad, es decir el interés público de la mayoría o desde otra perspectiva, el mantenimiento de un orden en el que los individuos tengan garantizada su seguridad y otros bienes. Cuando asumimos un compromiso con el ideal democrático damos por supuesto ciertos principios centrales como el de la representación y el respeto a voluntad popular. El cuoteo es una práctica contraria a estos principios, ya que se basa en una transacción privada, en un cálculo de tipo costo beneficio y que funciona conforme a intereses de sectores minoritarios. El resultado de esta práctica es el deterioro de la legitimidad de las instituciones democráticas, la corrosión del orden democrático.

Hasta aquí está expuesto el error al que nos inducen desde la clase política al confundir el cuoteo con la construcción de consensos políticos inherentes al funcionamiento de un sistema democrático liberal.

Estela Ruiz Díaz (izq.), Miguel Abdón Saguier, Marta Ferrara de SEMILLAS y Milda Rivarola

Estela Ruiz Díaz (izq.), Miguel Abdón Saguier, Marta Ferrara de SEMILLAS y Milda Rivarola

Ahondemos algunas de las hipótesis que hemos sostenido desde Semillas para la Democracia durante estos meses cuando analizábamos el problema de la renovación de la Corte Suprema de Justicia en el contexto del desplazamiento del partido hegemónico del Gobierno: a) Hay instituciones democráticas que hoy están cooptadas por poderes fácticos que se rehúsan a desprenderse de sus privilegios. Es decir, no se puede asumir que la definición formal o funcional de una institución, sea coherente con su realidad histórica. En ese sentido, el parlamento es una institución de la democracia liberal por definición, lo que no quiere decir que el Parlamento Nacional de la República del Paraguay responda a dicha tradición política, en realidad es un parlamento oligárquico-mafioso en gran medida; b) La idealización de los partidos como instancias válidas de representación de los intereses de las diversas organizaciones intermedias y la ciudadanía en general, no es más que una falacia tras la que se esconde la intención de mantener privilegios privados. En la misma lógica que el punto «a», por definición, los partidos son instituciones propias del sistema democrático y constituyen la máxima expresión de la organización de las sociedades modernas desde las cuáles construye el principio de la representación; lo que no puede llevarnos a la conclusión general de que esta sea una caracterización acertada de los partidos tradicionales en el Paraguay. En el caso del Partido Colorado, «asociación lícita para delinquir» o «grupo empresarial dominante» calza mejor. c) La democracia paraguaya es una democracia formal y se caracteriza por la crisis de representatividad y la disociación entre la clase política y la ciudadanía. Sin entrar en demasiadas disquisiciones, el triunfo electoral de un offsider, alejado de los partidos políticos e incluso con un discurso crítico sobre el rol de éstos durante el proceso democrático, es una muestra clara de que lejos de «representar», la clase política y los partidos, son estructuras electorales basadas en la prebenda y la manipulación, que han caído en descrédito por no responder a las demandas ciudadanas.

Los acuerdos políticos

La pregunta relevante entonces para nosotros es cómo hacer que los acuerdos políticos se construyan en función a los intereses mayoritarios de la ciudadanía y no en base a intereses sectarios. Un primer punto que debemos enfocar es que los partidos se encuentran ante el imperativo de recuperar su legitimidad ante la ciudadanía. Contrariamente a lo que varios referentes del Congreso Nacional han declarado durante la polémica en torno a la renovación de la Corte Suprema de Justicia, no es Lugo, ni los campesinos, ni las ONGs, ni el imperialismo el que quiere «destruir los partidos»; son los mismos partidos y quienes los conducen los que se encargan de dinamitar las bases fundamentales que los justifican.

El desarrollo de regímenes representativos y la ampliación del sufragio son fenómenos históricos que dan el marco para la creación de los partidos modernos, en torno al siglo XIX. Independientemente del tipo de partido que tengamos en cuenta, partidos de masas o de notables, aparatos electorales o partidos movimentistas, lo que les es común a todos es que el fundamento de su legitimidad está en la distribución de beneficios, o lo que es lo mismo, la satisfacción de demandas: ya sea en una lógica primaria de prebenda y beneficios directos, hasta una más compleja de legislación y políticas públicas. Aunque limitada, la herramienta del sufragio, es una forma de delegación del poder que implica hasta ahora cierto compromiso con el elector y es el medio que permite que la representación tenga un alcance mayor que el local comunitario. El consenso sobre los partidos se mantiene siempre que además de atender a sus intereses de clase, logren satisfacer ciertas demandas ciudadanas de manera a garantizar su legitimidad o directamente utilicen la fuerza para mantener el control social.

Cuando se habla de que los partidos no están a la altura de los acontecimientos históricos se trata simplemente de esto: las acciones de los partidos políticos se están circunscribiendo a defender o aumentar sus privilegios (cuotas de poder, negocios, etc.), sin considerar las corrientes de opinión y las demandas ciudadanas.

Esta es la lógica que lleva a una política disociada. Expliquemos mejor: los políticos se empeñan en denunciar la persecución que sufren y la intención oculta en dicha persecución de eliminarlos de la faz de la tierra para sustituirlos por otras fuerzas, generalmente ellos atribuyen esta capacidad sustitutiva a las organizaciones populares. Directamente a continuación identifican a toda persona u organización que critica sus acciones de sintonizar con esta intención y de ser agentes antidemocráticos o defensores de regímenes dictatoriales.

Entonces la crítica a las acciones antidemocráticas de los políticos y sus partidos que responden sólo a sus intereses privados en detrimento de la voluntad generalizada de la ciudadanía, se convierte en una apología antidemocrática. Y quienes destruyen la legitimidad de las instituciones democráticas son los defensores acérrimos de la democracia.

Una vez aclarada esta operación ideológica que utilizan los políticos y los partidos, podemos pasar a responder la pregunta inicial de esta segunda parte. Para ello volvemos a otra de las hipótesis que sostuvimos durante la polémica de la Corte: Existe un interés manifiesto de amplios sectores populares, medios y altos, de que el poder judicial debe avanzar hacia su independencia. En el caso de la Corte, esta es la base para la negociación, no el criterio del cuoteo, sino la independencia. Esto empieza a responder la pregunta que nos plantea el encuentro de hoy. El siguiente y último planteamiento que quiero hacer entonces es si pueden los partidos, ellos solos, encerrados en ellos mismos y haciendo acuerdos de cúpulas, tomar decisiones o llegar a consensos acordes a la voluntad mayoritaria de la ciudadanía.

Clima favorable

Cómo hacer que los partidos y las personas vinculadas a ellos, que en general responden a intereses particulares, tomen decisiones democráticas. Pongamos nuevamente algunas hipótesis que manejamos en el tema de la Corte y luego pasemos a planteamientos concretos: a) La participación ciudadana en el proceso de selección de Ministros de la Corte constituye sustancialmente a evitar el cuoteo, b) Las organizaciones especializadas de la sociedad civil tienen un rol central en el proceso de saneamiento, depuración y selección de nuevos jueces, y c) la observación internacional es fundamental para garantizar un proceso de renovación transparente y respetuosa de la voluntad popular. Participación, acompañamiento especializado y acompañamiento externo: estos puntos contribuirían, desde nuestra óptica a que los acuerdos políticos se hagan respetando criterios democráticos. En general esta es nuestra apuesta, la de generar un clima favorable para la toma de decisiones en un sentido democrático.

El Estado no es el único espacio de disputa del poder político, el poder se disputa en gran medida en el espacio de la sociedad civil. La única manera de recuperar las instituciones democráticas es forzar a que los procesos se abran a la participación de la ciudadanía. Como sabemos que una participación directa de todos los ciudadanos y ciudadanas es materialmente imposible, creemos que las organizaciones especializadas cumplen un rol mediador -no de representación- importante para cualificar las demandas ciudadanas y canalizarlas. Esto no es sustituir a los partidos, es contribuir a la recuperación de su legitimidad.

Al hacer públicos y participativos los procesos de toma de decisiones, se reduce el grado de discrecionalidad y sobre todo se reduce la brecha que hay actualmente entre partidos y ciudadanía.

Esto es lo que planteamos desde Semillas en el tema Corte y en general para la búsqueda de consensos políticos en temas que hacen al rumbo de nuestra democracia. El cuoteo es un problema para el sistema democrático, producto de una radical disociación entre ciudadanía y (supuestos) representantes políticos. Los mecanismos que buscan reducir esta brecha o cerrarla momentáneamente son la alternativa en un contexto institucional debilitado.

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